CRONICAS DE ESPANTO 99. LA MONJA DE LA CATEDRAL.
La segunda intervención francesa tuvo un impacto cultural y social considerable en el México decimonómico. Si bien en el colectivo de los mexicanos el recuerdo que permanece es el de la Batalla del 5 de Mayo -una de las poquísimas victorias del Ejército Mexicano en sus luchas contra potencias extranjeras- la realidad es que fue un momento en el que méxico sufrió una profunda transformación cultural y social.
A los poco más de seis mil soldados que acompañaron al general Lorencez en su derrota a las puertas de la ciudad de Puebla, se sucedió una invasión con todos los elementos materiales y recursos castrenses en cuestión de meses.
Ya para inicios del año de 1863, eran más de treinta mil soldados, diseminándose a lo largo y ancho del territorio nacional, ante un gobierno juarista anémico y falto de recursos. Su principal aliado, Estados Unidos, estaba ocupado en una guerra civil de proporciones catastróficas.
Todo el año de 1863, fue de idas y venidas a lo largo del territorio nacional. A fines de año, se sumaban más de cuarenta y cinco mil soldados franceses. Suficientes para ocupar las principales áreas urbanas del depauperado país.
En el caso de Durango, la ciudad fue tomada por los franceses el mes de julio de 1864. Los poco más de cien soldados republicanos tuvieron que replegarse al norte, pues las fuerzas imperialistas los superaban en proporción de cinco a uno.
Así, mientras el General Liberal Patoni se retiraba, y después la guarnición republicana, poco a poco el General L´Heriller tomaría dominio de la ciudad. Los aristócratas y los conservadores de la ciudad recibieron con lluvia de flores o incluso reconocimientos públicos a las autoridades de ocupación.
Los soldados franceses vivirán dos años en una suerte de asimilación social en la ciudad. Uno de ellos fue Ferdinand, mejor conocido en la leyenda como Fernando.
Beatriz, monja exclaustrada a raíz de las leyes de reforma que confiscaron los bienes del clero y de otras propiedades comunales, trataba de seguir la vida monacal en su casa, con las preocupaciones propias del mantenimiento de su estado de vida ante una madre enferma y un padre fallecido.
Esta leyenda es única y original. No se repite en ninguna otra de las ciudades importantes de nuestro país. De allí el interés por dramatizarla y narrarla.
Escuchen, pues, la historia de Beatriz y Fernando, con el consecuente desenlace trágico para ambas partes.
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